Comentario
Como estos indios fueron conquistados por Guaynacapa, y de cómo hablaban con el demonio y sacrificaban enterraban con los señores mujeres vivas
Pasado lo que tengo contado en esta provincia de Santiago, comarcana a la ciudad de Puerto Viejo, es público entre muchos de los naturales della que andando los tiempos, y reinando en el Cuzco aquel que tuvieron por grande y poderoso rey, llamado Guaynacapa, abajando por su propia persona a visitar las provincias de Quito, sojuzgó enteramente a su señorío a todos estos naturales desta provincia; aunque cuentan que primero le mataron mayor número de gente y capitanes que a su padre, Topainga, y con mayor falsedad y engaño, como diré en el capítulo siguiente. Y hase de entender que todas estas materias que escribo en lo tocante a los sucesos y cosas de los indios lo cuento y trato por relación que de todo me dieron ellos mismos; los cuales, por no tener letras ni saberlas, y para que el tiempo no consumiese sus acaescimientos y hazañas, tenían una gentil y galana invención, como trataré en la segunda parte desta crónica. Y aunque en estas comarcas se hicieron servicios a Guaynacapa, y presentes de esmeraldas ricas y de oro y de las cosas que ello más tenían, no había aposentos ni depósitos, como habemos dicho que hay en las provincias pasadas. Y esto también la causaba ser la tierra tan enferma y los pueblos tan pequeños, lo cual era causa que no quisiesen residir en ella los orejones, por tenerla por de poca estimación, pues en la que ellos moraban y poseían había bien donde se pudiesen extender. Eran los naturales destos pueblos que digo en extremo agoreros y usaban de grandes religiones; tanto, que en la mayor parte del Perú no hubo otras gentes que tanto como éstos sacrificasen, según es público y notorio. Sus sacerdotes tenían cuidado de los templos y del servicio de los simulacros o ídolos que representaban la figura de sus falsos dioses, delante de los cuales, a sus tiempos y horas, decían algunos cantares y hacían las ceremonias que aprendieron de sus mayores, al uso y costumbres que sus antiguos tenían. Y el demonio, con espantable figura, se dejaba ver de los que estaban establecidos y señalados para aquel maldito oficio, los cuales era muy reverenciados y temidos por todos los linajes y tierras destos indios. Entre ellos uno era el que daba las respuestas y les hacía entender todo lo que pasaba, y aun muchas veces, por no perder el crédito y reputación y carecer de su honor, hacía apariencias con grandes meneos, para que creyesen que el demonio le comunicaba las cosas arduas y de mucha calidad, y todo lo que había de suceder en lo futuro, en lo cual pocas veces acertaba, aunque hablase por boca del mismo diablo. Y ninguna batalla ni acaescimiento ha pasado entre nosotros mismos, en nuestras guerras locas y civiles, que los indios de todo este reino y provincia no lo hayan primero anunciado y dicho; mas cómo y adónde se ha de dar, antes ni agora ni en ningún tiempo nunca de veras aciertan ni acertaban; pues está muy claro, y así se ha de creer, que sólo Dios sabe los acaescimientos por venir, y no otra criatura. Y si el demonio acierta en algo es acaso y porque siempre responde equívocamente, que es decir palabras que pueden tener muchos entendimientos. Y por el don de sutilidad y astucia y por la mucha edad y experiencia que tiene en todas las cosas habla con los simples que le oyen; y así muchos de los gentiles conocieron el engaño destas respuestas. Muchos destos indios tienen por cierto el demonio ser falso y malo, y le obedescían más por temor que por amor, como trataré más largo en lo de adelante, De manera que estos indios, unas veces engañados por el demonio y otras por el mismo sacerdote, fingiendo lo que no era, los traía sometidos en su servicio, todo por la permisión del todopoderoso Dios. En los templos o guacas, que es su oratorio, les daban a los que tenían por dioses presentes y servicios, y mataban animales para ofrecer por sacrificio la sangre dellos. Y por que les fuese más grato, sacrificaban otra cosa más noble, que era sangre de algunos indios, a lo que muchos afirman. Y si habían preso a algunos de sus comarcanos con quien tuviesen guerra o alguna enemistad, juntábanse (según también cuentan), y después de haberse embriagado con su vino y haber hecho lo mismo del preso, con sus navajas de pedernal o de cobre el sacerdote mayor dellos lo mataba, y cortándole la cabeza la ofrecían con el cuerpo al maldito demonio, enemigo de natura humana. Y cuando alguno dellos estaba enfermo bañábase muchas veces, y hacía otras ofrendas y sacrificios, pidiendo la salud.
Los señores que morían eran muy llorados y metidos en las sepulturas, adonde también echaban con ellos algunas mujeres vivas y otras cosas de las más preciadas que ellos tenían. No ignoraban la inmortalidad del ánima; mas tampoco podemos afirmar que lo sabían enteramente. Mas es cierto que éstos, y aun los más de gran parte destas Indias (según contaré adelante), que con las ilusiones del demonio, andando por las sementeras, se les aparece en figura de las personas que ya eran muertas, de los que habían sido sus conocidos, y por ventura padres o parientes; los cuales parecía que andaban con su servicio y aparato como cuando estaban en el mundo. Con tales apariencias ciegos, los tristes seguían la voluntad del demonio, y así, metían en las sepulturas la compañía de vivos y otras cosas, para que llevase el muerto más honra; teniendo ellos que haciéndolo así guardaban sus religiones y cumplían el mandamiento de sus dioses, y iban a lugar deleitoso y muy alegre, adonde habían de andar envueltos en sus comidas y bebidas, como solían acá en el mundo al tiempo que fueron vivos.